“Aquí les dejo un poema que expresa el deseo y la pasión que puede llegar a generar una persona por ese ser infinito que ama en momentos en los que el erotismo se queda en el ser y va mas allá del momento sublime y trasciende el tiempo a través de la memoria, espero les guste”.
Su cuerpo es una aldea donde yo me refugio cuando truena en el cielo, y tiemblan los follajes de mis venas y las agrupaciones de mi pelo.
Su cuerpo dulce y hondo y sus dos brazos claros como ríos sin puentes, donde me oculto con mis tempestades y las constelaciones furiosas de mis dientes.
Vientos como caballos me pisan todo el pecho de pan de amapolas, pero voy a su cuerpo y su cuerpo me lava la sangre con sus olas.
Olas blancas y largas, en cuyos precipicios y cimas espumosas recobro mis batallas, pero las que se ganan con caricias grandiosas.
Solo su cuerpo dulce en medio de estos días con sabor a ceniza, y a semana nocturna sobre la matutina tela de la camisa.
Su cuerpo dividido en colinas, valles, en boscajes, nidos, y prados de amapolas donde hay niños oscuros y linajes dormidos.
Miel tibia, leche tibia, y el rumor de la sangre bajo la piel delgada, el rumor de la vida, bajo la piel desnuda y levantada.
Solo su cuerpo dulce para el mío de fibras y de zumos amargos, que ya esta fatigado de las noches oscuras y los caminos largos.
Carlos castro saavedra
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